Daniel Moyano - El vuelo del tigre
(fragmento)
El Percusionista les concedía un
recreo interno de dos horas. Pueden hablar pueden asearse córtense las uñas;
pueden dibujar tejer pueden hacer papirolas; los niños pueden jugar al Martín
Pescador a la Escondida o a la Ronda Ronda, y los grandes a la Lotería. Pero no
quiero ruidos ni estridencias, tengo que trabajar y ya saben cómo son mis
nervios.
Y se encerró en el cuarto
acristalado ubicado en el medio de la L que formaba la casa, desde donde podía
hacer sus cosas sin dejar de vigilar las dos partes de la L. Clic los ojos del
Percusionista cuando alguien iba a tomar agua, clic cuando iba o volvía del
baño, clic si alguien se desplazaba por error por alguna de las zonas vedadas
de la casa clic, los Aballay fotografiados siempre por los ojos clic de Nabu en
medio de la L, siempre la cara el cuerpo de Nabu, uno iba para el baño y decía
no, no voy a mirarlo, iba bajando la vista pero no se podía, siempre había un
momento en que uno la levantaba y lo miraba, tenía que mirarlo, justo cuando él
levantaba los ojos del papel o de los planos y clic hacía su mirada, yendo o
volviendo siempre estaba Nabu con su clic, de pie o sentado y en cualquier
posición le alcanzaban los ojos para el clic.
¿Cómo era el Percusionista? No
era una cara a describir o a recordar. Imposible decir de él ojos como, nariz
de, así el cabello, el mentón, cejas o manos. Era pero no era. Estaba allí,
donde de algún modo había estado siempre. Estaba ahora, pero abarcaba el antes
y el después. Más que una cara era la cicatriz de algo. De los dientes del
perro que nos mordió cuando éramos chicos no queda nada, la cicatriz no parece
una mordedura, es una mancha, podría haber sido una quemadura o también un
raspón. Es una marca. De Nabu se podría decir que uno recuerda sus ausencias,
aunque siempre estaba. Y la arañita, qué duda cabe, aunque nunca la
encontramos.
¿Y si le escribiésemos una carta?
dijo atontándose la Coca y vio que le caía encima un racimo de miradas
indulgentes. Qué ocurrencia. Bueno, no es para tanto; aunque no sea para él,
qué sé yo, una carta para que él se la entregue a alguien. O una carta a él
mismo, por qué no. Será una tontería pero a él por lo menos lo conocemos, ¿no?
Yo he escrito muchas cartas para gente que no sabe escribir, pidiendo cosas que
le faltan, y a veces se las dan. Por el correo llegaron un día las muletas de
don Floro; una carta, y ya estaban aquí.
¿Y si miráramos fotos? ¿Dónde
están las cajas? Antes, cuando llovía o hacía mucho frío y no se podía salir
afuera, nos pasábamos las horas mirando fotografías y comiendo tortas fritas,
¿se acuerdan? Las fotos del casamiento de la tía Francisquita, por ejemplo, son
preciosas. Cuando venían visitas largas y ya estábamos aburridos también
mirábamos las fotos. (...) Dejen tranquila a Francisquita y escuchen por favor
a ver si voy bien: Estimado señor, muy respetuosamente me dirijo a usted para
explicarle como madre cómo somos nosotros realmente, ya que tal como van las
cosas parece difícil que usted pueda oírnos algún día, no por falta de interés,
de eso estoy segura, sino por la inmensa tarea que usted tiene. Yo quería
decirle que mi suegro no perdió la pierna tocando esas cosas que usted dice
sino... (...)
Las que son feas son las fotos
del Tite. Claro, en ese tiempo casi todas las fotos salían movidas, no había
las cámaras de ahora. O muy oscuras, depende. Yo, cada vez que mirábamos fotos,
cuando aparecía una del Tite la escondía en el fondo de la caja. La daba
vuelta, le hacía una cruz atrás para no verla. Lo peor, cuando les mostrábamos
las fotos a las visitas, tener que contestar cuando preguntaban quién es éste.
No sirve, está movida, no debieron copiar el negativo. Pero es un lindo chico,
decían por decir, y justo cuando uno iba a dar vuelta la foto para seguir con
otra sin tener que dar explicaciones y detalles, tu madre que salía diciendo es
el Tite, el que estaba entre el Kico y la Sila, cuatro años, las moscas, que es
como decir y los demás están vivos por puro milagro. Muchas veces escondí esas
fotos, no me animaba a romperlas. Y siempre aparecían en las cajas, mezcladas
con las otras, en medio de las fotos del carnaval aparecía el Tite inflando un
globo, en medio de nieves que nunca vio aparecía el Tite con su globo. Ella no
se resignaba a perder esas fotos. Se las escondía en los lugares más difíciles,
pero ella siempre las encontraba y las fotos volvían a la caja. De esas, me
alegro que las tenga Nabu. Es preferible que se pierdan. Por eso no me gustó al
principio cuando dijeron que miráramos fotos. Hubiera preferido jugar a la
Lotería o hacer papirolas. Mucho más divertido. Perder el tiempo del recreo
mirando cosas viejas. Hay que tener estómago para eso. O estar muy aburrido.
(...) Bueno, creo que te pasaste con lo del Tite. ¿No te parece que si seguimos
así arruinamos el recreo? Dentro de unos minutos volveremos a Nabu. Que es como
decir lunes otra vez, como en la fábrica. Mejor volvamos a la tía Francisquita,
o miremos otras. Todavía debe quedar una caja llena. No, dejémosla tranquila a
la tía Francisquita. Prefiero aprovechar para ver de una vez por todas las del
Tite, así después se rompen de una vez o se tiran. Siempre les tuve miedo o
algo parecido a esas fotografías. Pero ahora, con todo esto, me animo. Es la
oportunidad. Les borro las cruces que les hice y las miro por primera vez
naturalmente. No las escondo más. Si uno se pone a mirar fotos, que aparezcan
todas. El Tite es cierto como es cierto todo esto. Después de todo nos enseñó a
morir. Después de todo él fue la primer muerte. La palabra no me gusta pero voy
aprendiéndola. Es fea por donde la miren, no se salva una letra, y además tiene
la U de Nabu, U de muerte, U de percusionista. Muerte que podría ser suerte
cambiando una letra solamente, depende de cómo se la mire, después de todo él
tuvo la suerte de no conocer a Nabu. El Tite es cierto y muerto, también
cuestión de letras. Nosotros aquí estamos ahora dependiendo de una letra. El
Tite finalmente es cierto muerto, o muerto cierto que es lo mismo pero siempre
muerto. Traigan todas las fotos. Quiero verlas a todas ahora que está Nabu, que
al menos sirva para algo, ayudarme a encarar esas cosas que trataba de olvidar.
Ya falta poco para el lunes U de Nabu campanilla lunes muerte Nabu hubiste
hubieras hubo U de huesos, y en las fotografías se está muriendo el Tite, mal
endémico, le falta el aire, pide ayuda, no sabe que se metió en el carnaval, no
comprende que están todos disfrazados, que se mezclaron las fotos, se va porque
no entiende, se va a tiempo guiado por las moscas mal endémico, le están
sacando fotos velorio de angelitos, usted no debe entristecerse porque se van
al cielo, para qué estar aquí si en cualquier momento llega Nabu con sus verbos.
(...) en cuanto al Kico y la Sila, puedo poner las manos en el fuego. Ellos
nunca tocarían nada, son tejedores como todos nosotros. Es mi deseo
garantizarle, como madre y ciudadana de Hualacato... ¿Se han dado cuenta de que
no tenemos fotos del Yeyo? Cómo no va haber fotos del Yeyo si él siempre
estaba, en cualquier fiesta; pero claro, iba a todas pero era el que sacaba las
fotografías. Si a casi todas las fotografías las hizo él. Aprendió a revelar
con el Bocha. Se encerraban los dos en el cuarto oscuro con los líquidos y una
botella de ginebra y no dejaban de revelar hasta la última gota. Y cuántas
fotos veladas por equivocarse de botella. ¿Se acuerdan que del cuarto oscuro
ellos siempre salían cantando?
A mí cuando me oye cantar,
enseguida gira esa cabeza que tiene y me dice señora, ¿le parece que su
situación aquí es para cantar? Yo en su lugar no lo haría, hágame el favor de
callarse. Y no es que yo cante. Cuando hago las cosas de la casa siempre estoy
entonando algo con la boca cerrada, es una costumbre. Se lo dije. Entonces va a
tener que cambiar de costumbre, eso fue lo que me dijo. ¿Qué estará leyendo?
Las cartas, ¿no se dan cuenta? En la carpeta colorada tiene todas las cartas.
¿Y no habrá alguna carta del Cachimba, por casualidad? Pero qué pasa, por qué
se asustan tanto. Entonces a todos nos ha preguntado del Cachimba. Pregunta por
él en todos los interrogatorios. Yo le dije que cómo no voy a conocerlo si es
de Hualacato. Cualquiera sabe quién es el Cachimba. Debe ser muy peligroso
conocerlo. No, no tenemos fotos del Cachimba. Ni cartas, menos mal. A lo mejor
una postal de Navidad. Yo creo que ni eso, también sería comprometedor. Debe
ser muy peligroso para ellos, me doy cuenta por la manera que tiene de decir
Cachimba, la mirada que pone cuando dice Cachimba hay que saber aguantarla. Parece
que quisiera decir otra cosa y que le sale Cachimba. Está diciendo bosta o
cucaracha o delincuente cuando la dice, cada vez que lo nombra lo aplasta con
el pie, le da asco. Cómo será que para mí la palabra Cachimba ahora es otra
cosa. Antes sonaba lindo. Ahora en cambio me da miedo. Qué habrá hecho el
Cachimba, pobrecito. Deben andar buscándolo con perros. Les habrán hecho oler
una camisa del Cachimba a esos perros que toda la noche andan trotando por ahí.
Y si se ha escapado deben haber mandado los perros al monte. Por favor hablen
más despacio y no nombren al Cachimba. Mejor sigamos hablando de las fotos.
Hablemos de algo alegre. Me gustan las del Zoológico, los monitos saltando, el
oso pedigüeño. Cri cri, gritan los monitos. ¿Saben por qué se casó tan grande
la tía Francisquita? Fue por culpa de los lutos. Grandes tinajas de agua
hirviendo en el patio de la casa, y ella removiendo anilinas para teñir la
ropa, aparece toda de negro al otro día. El primer luto no fue nada, cuatro
años apenas. Y cuando iba por el medio luto, los últimos seis meses, se muere
otro pariente más cercano, corresponden seis años, y otra vez a teñir la ropa
que había ido haciendo, otra vez el luto riguroso sin salir del patio y la tía
Francisquita removiendo. Y claro, cuando salió del último luto ya era un poco
vieja. ¿Pero tenemos fotos de Avelina? Yo no me acuerdo. La Avelina, cierto.
Claro que tenemos. Entonces puede pasar algo. Si él llega a darse cuenta de que
la tía Avelina es la esposa del Cachimba, entonces pueden pasarnos cosas
serias. Claro que la tenemos. Es una donde ella está al lado de una madreselva.
Sí, yo también la vi, pero hace mucho. A lo mejor se ha perdido. No, está en la
caja de lata. Hace muy poco que la vi. Entonces aquí puede pasar algo muy
serio. Si llega a descubrirla lo menos que va a pensar es que en esta casa
todos somos el Cachimba. Cuidado que ahí viene. Chicos, quedarse quietos. Como
fotos.
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