jueves, 20 de diciembre de 2012

“La puta está adormecida, arma una realidad paralela para sobrevivir; y es un negocio para mucha gente”

Sonia Sánchez es autora del libro “Ninguna mujer nace para puta”. Y cuestiona severamente a los sectores que interpretan que la prostitución es un trabajo. Cree que es parte de una mentira: “la puta está adormecida, arma una realidad paralela para sobrevivir”, afirma durante la entrevista en La Kermés (el programa que se emite los sábados de 19 a 22 por FM Sonar).
Sánchez, nacida en Chaco, estuvo en Santa Rosa varias veces. En el reportaje con La Kermés, denuncia el “negocio” que involucra a la CTA; cuestiona al Estado que no hace nada por cambiar pautas culturales; explica porqué ella no se hizo puta, sino que en eso la convirtió un hombre; reflexiona sobre la vida en las cárceles y la educación sexual en las escuelas; y explica qué decimos exactamente cuando decimos puta.
–¿Cuál es el objetivo de las charlas que das? -se le preguntó a Sonia Sánchez en La Kermés.
–Mi objetivo es poder pensar, reflexionar, con la sociedad, toda sobre esta violencia que es la prostitución; porque como hoy el tráfico de personas para la explotación sexual es un gran negocio y sostiene a la prostitución, para mí es fundamental y es mi propósito pensar cómo decir basta a esta violencia.

–¿Querés relatarnos en síntesis tu historia personal?
Yo soy del Chaco. Me faltaban dos o tres para cumplir 17 años y me vine a Buenos Aires para trabajar como empleada doméstica. Sólo tengo tercer año de la escuela secundaria. A los 6 meses yo pedí que me aumenten el sueldo porque veo que me pagan muy poco y me dijeron que no. Y yo dije: “bueno, busque otra empleada”. A la semana tenían una mujer de mi misma edad, menor de edad.

–¿De qué época estamos hablando?
En los años ’80, hace más de 30 años. Entonces a la semana estaba esta chica paraguaya y nada… me alcanzó la plata para pagar un hotel muy económico y buscar trabajo. Ahí me encontré con que si sos del interior nadie te da referencias. Y así empecé a vivir en la calle. Dormí casi 5 meses en la Plaza Miserere; vivía ahí y dormía de día en los trenes de Once a Moreno. Y así estuve casi 5 meses hasta que le conté mi historia a una mujer que veía todos los días en esa plaza. Yo no sabía que era prostituta porque mi vida, en realidad, aun siendo muy pobre, yo no sabía que existían las putas, que existían los fiolos y los prostituyentes. Mi vida era otra. Esta mujer me dio algo de dinero para que me fuera a bañar y que me viniera a sentar en la plaza de Once. Y yo le preguntaba “¿por qué?” y “¿qué hago ahora”?. Ella me dijo: “nada, los hombres van a hacer todo”. Y de hecho, los hombres me hicieron puta. Así me entraron a la prostitución.

–En las distintas charlas que das, uno de los conceptos en que sos categórica es en que la prostitución no es un trabajo, como sostienen otros grupos (sobre todo los que están sindicalizados bajo la CTA), sino en que es una explotación. Sos muy crítica con el grupo ANMAR que está en la CTA y con la CTA misma porque ellos naturalizan esta tortura…
–En realidad, a las mujeres que dicen “trabajo”, a las que no están organizadas, yo las entiendo porque yo he estado ahí. Digo… uno huye de esta violencia tapándola, huye de una identidad a la otra. Yo lo que pongo en cuestión son a estas personas sindicalistas como la CTA. Ellos, cuando quisieron que nosotros fuéramos sindicato desde el derecho, jamás nos pusimos a discutir qué es trabajo, qué es dignidad, todas esas palabras, ¿no? Simplemente nos bajaron desde el exterior casi un millón de dólares y la CTA vio el número y vio el negocio, porque eso es la puta, es un gran negocio. Tal vez la CTA respeta a otros y a otras trabajadores y trabajadoras, pero no a la puta, porque la puta no es una trabajadora, es un objeto. Entonces, así nos vio y por eso me da bronca que, en realidad, todos esos sindicalistas quieren promover la sindicalización de esta violencia, pero que sus hijas no sean putas, que sus mujeres no sean putas, que sus madres no sean putas, pero sí quieren que yo sea la puta, que mi hija sea la puta. Y es un gran, gran negocio. Y yo recuerdo perfectamente en una de las grandes discusiones que tuvimos con la mesa central de la CTA, cómo en un momento (Víctor) De Gennaro pregunta a una de las mujeres que está dentro de ANMAR todavía cuántas afiliadas había a nivel nacional. Y empezó a hacer números y ahí me cayó como la ficha, ¿sabes?, me quedó esa foto que necesitaba para decir “basta”; ahí me quedó clarito que no nos respetaban como personas y empezó a sumar y a sumar. Entonces es eso lo que es una puta, es un número, es un dinero para mucha gente, es el negocio para mucha gente.

–¿En qué consistiría el negocio puntualmente?
El millón de dólares entró en el ‘98 -yo estaba organizada en ANMAR-CTA- con el tema del VIH Sida, y decía en ese programa dolarizado que era para la prevención entre pares, coma trabajadoras sexuales, en el tema del VIH, ITS y malaria en toda la Argentina. Cuando nosotras como organización dentro de la CTA aceptamos eso empezamos a ir a varias provincias y a organizar a las mujeres para luchar también por la libertad, ¿no? Y ese millón de dólares nosotras no lo manejamos porque en ese momento no teníamos personería jurídica como organización, así que esa plata entró toda a la caja de la CTA.

–Dijiste “los hombres me hicieron puta”. Sin embargo, contaste antes que hubo toda una situación, un contexto social que te hizo puta tal vez…
Lo que yo digo es que el Estado, cuando no te provee a vos como persona pobre educación, no provee trabajo a tus padres para que vos puedas ir a la escuela, no es que te están haciendo puta, sino que hace que el espacio donde vos te movés sea vulnerable. Y ahí se aprovechan otras personas de vos. Lo vuelvo a sostener: el que te hace puta en acción es el hombre, es el varón.

–Mencionaste que estuviste del otro lado y que en algún punto entendés a estas mujeres que se sindicalizan…
–No que se sindicalizan; yo entiendo a las mujeres cuando huyen de una identidad hacia otra. Porque cuando nosotras agarramos esa identidad de trabajo sexual… Lo primero que te hace la prostitución es quebrar tu identidad de sujeta de derecho; te adormecés, sos una basura, porque eso te hacen sentir los varones y la sociedad cuando vos estás parada en una esquina o cuando te encierran en un burdel. Es tanta la violencia, es tanto el manoseo, es tanta la violencia que vos sientes, la humillación que sientes, que cuando alguien te dice “sos trabajadora” o “sos compañera”, es como una falsa dignidad, ¿entiendes lo que digo? Entonces esta cosa del trabajo sexual era como un corset que nos ponía derechitas para seguir sosteniendo, para seguir soportando esa humillación de la gente porque hay que estar para da en una esquina.

–Una especie de maquillaje, dijiste…
Absolutamente, y no pusimos en cuestión qué quería decir cuando nos decían trabajadoras sexuales.

–¿Qué te llevó a tomar esta conciencia y poder salir de este circuito?
–Cuando vos hablas con una puta, sea organizada o no sea organizada, mientras es prostituida esa persona, no tiene voz propia. Está repitiendo la voz o el discurso de su fiolo, al que ella llama marido, o el discurso de los prostituyentes, o el discurso que te bajan las ONG internacionales a través de los proyectos. Por eso, a las putas organizadas se las escucha decir “estamos sensibilizando”, “estamos concientizando”. Después hay otras palabritas bonitas... Esas no las conocíamos; las conocimos a través de los proyectos dolarizados que bajaron en Argentina. Entonces, vos sos mentira. Por ejemplo, Juana se llama en el barrio de Once; María se va a llamar en el prostíbulo de Río Gallegos; Carla, en San Juan, suponte. La puta va cambiando distintos nombres.
Y también esta mentira, que a su fiolo lo llama “marido”, al prostituyente ella lo llama “mi cliente”. Todo es mentira. La puta arma una realidad paralela para poder sobrevivir; para sobrevivir, además de adormecerte, tenés que armar esa realidad paralela. Te cansa la mentira. Además, cuando yo hice el click fue cuando ya no podía soportar ninguna mentira más y después también de una gran paliza que me dio un prostituyente dentro de un albergue transitorio. Y ahí salva mi vida el conserje; llama a la policía, el prostituyente coimea a la policía o la policía lo coimea al prostituyente, se va a su casa y a mí me llevan detenida. Cuando salgo en libertad, entro en un shock emocional y es ahí donde hago este proceso de nombrar las cosas por su nombre. Y en realidad, yo paré mi maquinaria de la mentira; porque todas las personas tenemos una maquinaria de la mentira y la puta lo tiene también. Y, al parar mi maquinaria de la mentira, empecé a nombrar las cosas por su nombre y ahí empecé este proceso.

–Vos contaste que cuando te empezaste a prostituir y en las distintas etapas por las que pasaste en este proceso de mutación de identidad, empezaste a trabajar la cuestión del lenguaje, de decir las cosas por su nombre, y específicamente decís que “el camino es el lenguaje”, el camino del cambio cultural. Evidentemente, no vas al chiquitaje de denunciar a un fiolo y nada más, pretendés un cambio cultural…
–Absolutamente, porque creo que esa es la base. Si no, vamos a seguir otra vez, “vamos por este fiolo”, “vamos por el otro”, cuando en realidad acá yo trabajo desde la prevención. Y por eso a mí me gusta entrar a las escuelas secundarias y hablar con las y los adolescentes; me gusta hablar con la sociedad toda. Y desde el lenguaje. Vos, cuando comenzaste recién a hablarme, dijiste “cuando te empezaste a prostituir, Sonia”…

–Sí, es verdad…
–Y yo no me comencé a prostituir, comenzaron a prostituirme. ¿Entiendes? Porque me estás dando una responsabilidad que yo no la tomé, aun decidiendo, porque la puta decide pero no con libertad. Siempre se decide pero no siempre con libertad. Y ahí está de vuelta el lenguaje porque estás poniendo equivocadamente la responsabilidad en esa persona. Por eso es fundamental cómo nos expresamos y cómo vemos. Por eso yo digo cuando vos puedes manejar el lenguaje, queda clarito quiénes son los responsables. Entonces ahí me queda clarito el Estado con sus políticas públicas. El Estado con sus políticas públicas lo que está haciendo es fabricar tanta vulnerabilidad para que haya miles de putas, para que haya muchas María Ovando.

–En una charla anterior en Santa Rosa, más que de “prostituyente”, hablabas de “prostituyente torturador”, que es una palabra muy fuerte. Vos sos de usar un lenguaje muy corrosivo que va al choque. ¿Cómo notás lo que generás en la gente? Porque planteás cosas muy nuevas o muy poco escuchadas…
Bueno, mira, son dos reacciones. En realidad, yo no busco de la gente que me quiera o que me acepte o esa cosa; yo busco la incomodidad de las personas, porque yo ya me incomodo todo el tiempo. Yo voy a incomodar. Por eso mi práctica de vida que es este lenguaje que uso es así, muy incómodo. Hay gente que reacciona muy mal. Desde el público, desde los fiolos. De hecho, en los últimos viajes al sur ya tengo que tener custodia policial. La semana pasada estuve en Paraná (Entre Ríos) y las mujeres que están sindicalizadas, las dirigentes, las que dan el rostro de ANMAR-CTA, me querían pegar, trepándose sobre las sillas de un teatro donde yo estaba charlando. Tuvo que venir gente de la Intendencia de Paraná a defenderme. Y después siento que siempre quedan cosas. A que vos vas a pensar “por qué decís esta palabra”. Por ejemplo, cuando terminé de dar la charla, por primera vez en Santa Rosa hubo chicos. Cuando termino de dar la charla se viene la mamá porque la mamá compró el libro y me dice: “Mira, este es mi hijo que te quiere saludar”. Un niño de 12 años, un varón. Entonces yo lo miro, con esa sonrisa de 12 años, bella y le digo: “hola, ¿cómo andas? ¿cómo es tu nombre”. “Yo te quiero saludar”, me dijo. Bueno, entonces nos abrazamos fuerte y me dice la madre: “Mira, a él desde el año que viene le van a empezar a enseñar en la escuela todo sobre sexualidad y eso y yo quería primero que te escuchara a vos, Sonia, que empiece a leer tu libro”. Para mí fue muy fuerte emocionalmente, porque que una madre ponga en mi persona la confianza de venir a traerlo a mi charla que es una charla que te incomoda, que no son palabras fáciles, son palabras duras. Que tu hijo escuche para que pueda entender y ese niño estuvo ahí. Después hubo otro niño que estaba muy cerca de la puerta que, después me cuenta su padre, en ese momento en que yo estoy hablando, él lo mira al padre y le dice “¡qué exagerada!”. La madre lo mira al niño y le dice “¿A vos te parece qué es exagerada? Sí, puede ser exagerada Sonia”. “No -dice el chico- ¡es exagerada!”. Entonces, yo digo que un niño de 10 o 12 años conteste de esta manera; no sé, son esas reacciones…

–¿Vos sos de dar charlas en los colegios secundarios, en la escuela media?
Sí, por suerte y agradezco a la vida. Antes me costaba mucho entrar a las escuelas secundarias, pero este año, el 8 de marzo, la provincia de Chaco me nombró como “Mujer destacada del año” a nivel provincial por mi lucha contra la trata de personas y la explotación sexual. Entonces, con ese premio se me abrieron muchísimo las puertas y adonde voy, voy a las escuelas.

–¿Y cómo es el contacto con los adolescentes?

–Ah, bello. Lo que pasa es que el mundo adulto es muy hipócrita. Los adolescentes no son hipócritas. Entonces eso es buenísimo. Por ejemplo, cuando yo empiezo a hablar y empiezo con la breve reseña de mi historia, de cómo cuando yo fui adolescente iba a tercer año tuve que dejar y me convirtieron en puta, la mayoría de las chicas, cuando me están escuchando, se empieza a sonreir. ¿Viste? Como decir, “bueno, sos puta, bancatelá”. Yo sigo contando y después en un momento digo: “Mira, mi madre, cuando nos parió a las siete hijas, no dijo ‘Sonia va a ser la puta’, que nos puede caber a cualquiera en cualquier momento”. Entonces como que empiezan a cambiar, a mirar desde otro lugar. Yo he estado hasta 4 horas en una escuela con 5 cursos de 5º año juntos y no se querían mover. Estaban todos sin moverse y a preguntar y a repreguntar. Porque sostengo que la prostitución sostiene todos los sistemas y además atraviesa a nuestra sexualidad. Entonces, cuando yo entro a hablar con los y las adolescentes en las escuelas, también hablo de la sexualidad, hablo del amor, hablo de los deseos, del sexo; hablo del preservativo, de cómo colocar perfectamente el preservativo para que vos goces bien, que te cuides y cuides a la otra adolescente. Los directores o directoras que a veces están ahí bajan la cabeza. Yo digo “qué lástima”, ¿no?, se les enseña que el sexo es malo, es sucio. Yo tengo muy buen recibimiento con los estudiantes, excelente.

–En Santa Rosa, también estuviste en la Unidad 13…
–Sí. Este viaje a La Pampa fue emocionalmente muy fuerte para mí por estas dos cosas. Esta charla; yo me sentí relajada, mucha gente, y que las madres lleven sus niños. Y el entrar a esta cárcel. Yo igual acá en Buenos Aires entro mucho a la Cárcel de Ezeiza y a los Institutos de Menores, que también son cárceles. Y son fuertes, te moviliza. Yo me fragilizo demasiado. Y estar con estos dos grupos de mujeres ahí en Santa Rosa me movilizó mucho. La mayoría de las mujeres que están allí presas son bolivianas, son pocas las argentinas; se nota la pobreza, cómo se criminaliza la pobreza. Muchas están allí por mulas, sin condena, sin nada. Yo fui con un grupo de mujeres que entró llevándoles música, “Las tamboras”. Pero después yo sentía que salimos y ellas quedan ahí. Y ver la pobreza criminalizada me pone muy mal. Y además ver que ser una mujer pobre, extranjera; hay que estar preso en el extranjero, ¿no? Entonces traté de poner toda mi empatía ahí para estar un rato con ellas, no sólo desde el tema de tocar y reír y bailar un poquito, sino desde el ser mujer. Yo dejé de regalo ahí en la Biblioteca mi cuadernillo y el libro para que cuando querían leerlo lo hicieran. Así que dijeron que sí, que lo iban a empezar a leer. Ellas pueden criticarlo, hacer lo que quieran.
Yo estoy organizando una muestra de arte que empieza el 8 de marzo en Paraná que se llama “Prostitución: campo de concentración”, donde va a haber fotos de todas las casitas, de todos los prostíbulos mal llamados “casitas” en Río Gallegos. Las habitaciones de adentro para que vea cómo es la gente, los archivos de todas las mujeres prostituidas ahí adentro, cuánto ganaban, cuántos pases hacía por noche, que utiliza la Justicia para después ver que esas personas han sido traficadas. Después hay escritos, hay fotos y todo eso. Me dijeron que se puede llevar esa muestra ahí adentro, así que ojalá yo pueda el año que viene estar en Santa Rosa y estar en esa cárcel con esta muestra para poder pensar con las mujeres que estén allí privadas de libertad y pensar el afuera y desde afuera, aun estando adentro.

–Sonia, además del premio que te dieron el Chaco y que te abrió las puertas de los colegios, ¿sentís algún otro tipo de respaldo político, sea de un gobierno, sea de organismos? ¿En qué sectores te sentís, no sé si decir contenida o que van por tu mismo camino?
–Justo hoy hablaba con un amigo de Córdoba que en realidad cuando yo estuve organizada, yo también estaba muy sola. Es decir, era la única que daba la cara, recibía todos los agravios habidos y por haber, las discusiones de las otras propias mujeres prostituidas. Y ahora otra vez. Pero hay organizaciones con las que comienzo a trabajar y a crear redes para no estar sola. Además, tenemos que empezar a construir unas redes sociales de ONG que tengan la mirada abolicionista, con espacios de mujeres que tengan esta mirada abolicionista de que la prostitución no es trabajo, para empezar a trabajar juntos. También desde partes del Gobierno, todo el Gobierno de Santa Cruz con los que estoy trabajando hace más de cuatro años con el tema del tráfico de personas; con la gente de Paraná, de Entre Ríos en realidad, porque ahora quieren cerrar todos los prostíbulos a nivel provincial y empezar a trabajar en conjunto con la señora intendenta de Paraná. Creo que hay que empezar a trabajar en redes. En realidad, yo me siento acompañada con la gente donde voy a dar las charlas.

–Dijiste que era muy difícil esto de trabajar con un Estado prostituyente y sin ningún tipo de otro apoyo y contabas que este año el Banco Mundial bajó 12 millones de dólares para -sigo con la cuestión del lenguaje- reproducir la “etiqueta fálica” con el pretexto de la prevención del HIV.
En el fondo, lo que va a hacer ANMAR-CTA es profundizar el tema del trabajo sexual, fabricar más putas. Vienen por nuestras hijas y nuestras nietas.

–¿Hay algún lugar en el mundo donde no haya putas?
No, hay en todas partes putas. De hecho, hay un país que lo prohibió y a las mujeres de ese país las trasladan al país de al lado en Europa, para Suecia, y castiga a los prostituyentes, pero cruzan la frontera y se van al país de al lado. Por eso sostengo que hay que trabajar desde la prevención, desde la educación y desde todo un lenguaje; es cultural, hay que trabajar desde la cultura.

–¿Qué visión tenés del modo en que usamos cotidianamente la palabra puta?
La palabra “puta” la usan los varones para humillar a las mujeres y que te calles la boca, porque cuando una mujer se siente humillada se calló la boca y ahí los varones hacen uso y abuso. Una mujer dice puta a la otra también para humillarla, porque como sabemos dónde nos pega esa palabra tan fuerte, también sabemos dónde vamos a golpear a esa mujer con la palabra puta. En cambio, yo la deconstruí a esa palabra, porque ni siquiera las propias putas nos podíamos decir “putas”. Por eso, buscábamos la identidad de “mujer en situación de prostitución” o la de “trabajadora sexual” o qué se yo... Yo hoy la utilizo a la palabra puta pero no con el valor peyorativo que le da la sociedad, sino con mi valor, yo le pongo el valor a la palabra. Entonces, cuando yo digo “puta” no es para humillar a las otras mujeres ni para nombrarme a mí, sino para que desde esa palabra comenzar a pensar esta violencia. Por eso es diferente el valor que le doy a esa palabra.

1 comentario:

  1. muy impresionante... para replantearse muchas cosas

    felicitaciones al/la periodista que realizo la entrevista

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