Sonia Sánchez es autora del libro “Ninguna mujer nace para
puta”. Y cuestiona severamente a los sectores que interpretan que la
prostitución es un trabajo. Cree que es parte de una mentira: “la puta está
adormecida, arma una realidad paralela para sobrevivir”, afirma durante la
entrevista en La Kermés (el programa que se emite los sábados de 19 a 22 por FM Sonar).
Sánchez, nacida en Chaco, estuvo en Santa Rosa varias veces. En el reportaje con La Kermés, denuncia el “negocio” que
involucra a la CTA; cuestiona al Estado que no hace nada por cambiar pautas
culturales; explica porqué ella no se hizo puta, sino que en eso la convirtió
un hombre; reflexiona sobre la vida en las cárceles y la educación sexual en
las escuelas; y explica qué decimos exactamente cuando decimos puta.
–¿Cuál es el objetivo
de las charlas que das? -se le preguntó a Sonia Sánchez en La Kermés.
–Mi objetivo es poder pensar, reflexionar, con la sociedad,
toda sobre esta violencia que es la prostitución; porque como hoy el tráfico de
personas para la explotación sexual es un gran negocio y sostiene a la
prostitución, para mí es fundamental y es mi propósito pensar cómo decir basta
a esta violencia.
–¿Querés relatarnos en
síntesis tu historia personal?
–Yo soy del
Chaco. Me faltaban dos o tres para cumplir 17 años y me vine a Buenos Aires
para trabajar como empleada doméstica. Sólo tengo tercer año de la escuela
secundaria. A los 6 meses yo pedí que me aumenten el sueldo porque veo que me
pagan muy poco y me dijeron que no. Y yo dije: “bueno, busque otra empleada”. A
la semana tenían una mujer de mi misma edad, menor de edad.
–¿De qué época
estamos hablando?
–En los años ’80,
hace más de 30 años. Entonces a la semana estaba esta chica paraguaya y nada…
me alcanzó la plata para pagar un hotel muy económico y buscar trabajo. Ahí me
encontré con que si sos del interior nadie te da referencias. Y así empecé a
vivir en la calle. Dormí casi 5 meses en la Plaza Miserere; vivía ahí y dormía
de día en los trenes de Once a Moreno. Y así estuve casi 5 meses hasta que le conté
mi historia a una mujer que veía todos los días en esa plaza. Yo no sabía que
era prostituta porque mi vida, en realidad, aun siendo muy pobre, yo no sabía
que existían las putas, que existían los fiolos y los prostituyentes. Mi vida
era otra. Esta mujer me dio algo de dinero para que me fuera a bañar y que me
viniera a sentar en la plaza de Once. Y yo le preguntaba “¿por qué?” y “¿qué
hago ahora”?. Ella me dijo: “nada, los hombres van a hacer todo”. Y de hecho,
los hombres me hicieron puta. Así me entraron a la prostitución.
–En las distintas
charlas que das, uno de los conceptos en que sos categórica es en que la
prostitución no es un trabajo, como sostienen otros grupos (sobre todo los que
están sindicalizados bajo la CTA), sino en que es una explotación. Sos muy
crítica con el grupo ANMAR que está en la CTA y con la CTA misma porque ellos
naturalizan esta tortura…
–En realidad, a las mujeres que dicen “trabajo”, a las que
no están organizadas, yo las entiendo porque yo he estado ahí. Digo… uno huye
de esta violencia tapándola, huye de una identidad a la otra. Yo lo que pongo
en cuestión son a estas personas sindicalistas como la CTA. Ellos, cuando
quisieron que nosotros fuéramos sindicato desde el derecho, jamás nos pusimos a
discutir qué es trabajo, qué es dignidad, todas esas palabras, ¿no? Simplemente
nos bajaron desde el exterior casi un millón de dólares y la CTA vio el número
y vio el negocio, porque eso es la puta, es un gran negocio. Tal vez la CTA
respeta a otros y a otras trabajadores y trabajadoras, pero no a la puta,
porque la puta no es una trabajadora, es un objeto. Entonces, así nos vio y por
eso me da bronca que, en realidad, todos esos sindicalistas quieren promover la
sindicalización de esta violencia, pero que sus hijas no sean putas, que sus
mujeres no sean putas, que sus madres no sean putas, pero sí quieren que yo sea
la puta, que mi hija sea la puta. Y es un gran, gran negocio. Y yo recuerdo
perfectamente en una de las grandes discusiones que tuvimos con la mesa central
de la CTA, cómo en un momento (Víctor) De Gennaro pregunta a una de las mujeres
que está dentro de ANMAR todavía cuántas afiliadas había a nivel nacional. Y
empezó a hacer números y ahí me cayó como la ficha, ¿sabes?, me quedó esa foto
que necesitaba para decir “basta”; ahí me quedó clarito que no nos respetaban
como personas y empezó a sumar y a sumar. Entonces es eso lo que es una puta,
es un número, es un dinero para mucha gente, es el negocio para mucha gente.
–El millón de
dólares entró en el ‘98 -yo estaba organizada en ANMAR-CTA- con el tema del VIH
Sida, y decía en ese programa dolarizado que era para la prevención entre
pares, coma trabajadoras sexuales, en el tema del VIH, ITS y malaria en toda la
Argentina. Cuando nosotras como organización dentro de la CTA aceptamos eso
empezamos a ir a varias provincias y a organizar a las mujeres para luchar
también por la libertad, ¿no? Y ese millón de dólares nosotras no lo manejamos
porque en ese momento no teníamos personería jurídica como organización, así
que esa plata entró toda a la caja de la CTA.
–Dijiste “los hombres
me hicieron puta”. Sin embargo, contaste antes que hubo toda una situación, un
contexto social que te hizo puta tal vez…
–Lo que yo digo
es que el Estado, cuando no te provee a vos como persona pobre educación, no
provee trabajo a tus padres para que vos puedas ir a la escuela, no es que te
están haciendo puta, sino que hace que el espacio donde vos te movés sea
vulnerable. Y ahí se aprovechan otras personas de vos. Lo vuelvo a sostener: el
que te hace puta en acción es el hombre, es el varón.
–Mencionaste que
estuviste del otro lado y que en algún punto entendés a estas mujeres que se
sindicalizan…
–No que se sindicalizan; yo entiendo a las mujeres cuando
huyen de una identidad hacia otra. Porque cuando nosotras agarramos esa
identidad de trabajo sexual… Lo primero que te hace la prostitución es quebrar
tu identidad de sujeta de derecho; te adormecés, sos una basura, porque eso te
hacen sentir los varones y la sociedad cuando vos estás parada en una esquina o
cuando te encierran en un burdel. Es tanta la violencia, es tanto el manoseo,
es tanta la violencia que vos sientes, la humillación que sientes, que cuando
alguien te dice “sos trabajadora” o “sos compañera”, es como una falsa
dignidad, ¿entiendes lo que digo? Entonces esta cosa del trabajo sexual era
como un corset que nos ponía derechitas para seguir sosteniendo, para seguir
soportando esa humillación de la gente porque hay que estar para da en una
esquina.
–Una especie de maquillaje,
dijiste…
–Absolutamente, y
no pusimos en cuestión qué quería decir cuando nos decían trabajadoras
sexuales.
–¿Qué te llevó a
tomar esta conciencia y poder salir de este circuito?
–Cuando vos hablas con una puta, sea organizada o no sea
organizada, mientras es prostituida esa persona, no tiene voz propia. Está repitiendo
la voz o el discurso de su fiolo, al que ella llama marido, o el discurso de
los prostituyentes, o el discurso que te bajan las ONG internacionales a través
de los proyectos. Por eso, a las putas organizadas se las escucha decir
“estamos sensibilizando”, “estamos concientizando”. Después hay otras
palabritas bonitas... Esas no las conocíamos; las conocimos a través de los
proyectos dolarizados que bajaron en Argentina. Entonces, vos sos mentira. Por
ejemplo, Juana se llama en el barrio de Once; María se va a llamar en el
prostíbulo de Río Gallegos; Carla, en San Juan, suponte. La puta va cambiando
distintos nombres.
Y también esta mentira, que a su fiolo lo llama “marido”, al
prostituyente ella lo llama “mi cliente”. Todo es mentira. La puta arma una
realidad paralela para poder sobrevivir; para sobrevivir, además de
adormecerte, tenés que armar esa realidad paralela. Te cansa la mentira.
Además, cuando yo hice el click fue cuando ya no podía soportar ninguna mentira
más y después también de una gran paliza que me dio un prostituyente dentro de
un albergue transitorio. Y ahí salva mi vida el conserje; llama a la policía,
el prostituyente coimea a la policía o la policía lo coimea al prostituyente,
se va a su casa y a mí me llevan detenida. Cuando salgo en libertad, entro en
un shock emocional y es ahí donde hago este proceso de nombrar las cosas por su
nombre. Y en realidad, yo paré mi maquinaria de la mentira; porque todas las
personas tenemos una maquinaria de la mentira y la puta lo tiene también. Y, al
parar mi maquinaria de la mentira, empecé a nombrar las cosas por su nombre y
ahí empecé este proceso.
–Vos contaste que
cuando te empezaste a prostituir y en las distintas etapas por las que pasaste
en este proceso de mutación de identidad, empezaste a trabajar la cuestión del
lenguaje, de decir las cosas por su nombre, y específicamente decís que “el
camino es el lenguaje”, el camino del cambio cultural. Evidentemente, no vas al
chiquitaje de denunciar a un fiolo y nada más, pretendés un cambio cultural…
–Absolutamente, porque creo que esa es la base. Si no, vamos
a seguir otra vez, “vamos por este fiolo”, “vamos por el otro”, cuando en
realidad acá yo trabajo desde la prevención. Y por eso a mí me gusta entrar a
las escuelas secundarias y hablar con las y los adolescentes; me gusta hablar
con la sociedad toda. Y desde el lenguaje. Vos, cuando comenzaste recién a
hablarme, dijiste “cuando te empezaste a prostituir, Sonia”…
–Sí, es verdad…
–Y yo no me comencé a prostituir, comenzaron a prostituirme.
¿Entiendes? Porque me estás dando una responsabilidad que yo no la tomé, aun
decidiendo, porque la puta decide pero no con libertad. Siempre se decide pero
no siempre con libertad. Y ahí está de vuelta el lenguaje porque estás poniendo
equivocadamente la responsabilidad en esa persona. Por eso es fundamental cómo
nos expresamos y cómo vemos. Por eso yo digo cuando vos puedes manejar el
lenguaje, queda clarito quiénes son los responsables. Entonces ahí me queda
clarito el Estado con sus políticas públicas. El Estado con sus políticas
públicas lo que está haciendo es fabricar tanta vulnerabilidad para que haya
miles de putas, para que haya muchas María Ovando.
–En una charla
anterior en Santa Rosa, más que de “prostituyente”, hablabas de “prostituyente
torturador”, que es una palabra muy fuerte. Vos sos de usar un lenguaje muy
corrosivo que va al choque. ¿Cómo notás lo que generás en la gente? Porque
planteás cosas muy nuevas o muy poco escuchadas…
–Bueno, mira, son
dos reacciones. En realidad, yo no busco de la gente que me quiera o que me
acepte o esa cosa; yo busco la incomodidad de las personas, porque yo ya me
incomodo todo el tiempo. Yo voy a incomodar. Por eso mi práctica de vida que es
este lenguaje que uso es así, muy incómodo. Hay gente que reacciona muy mal.
Desde el público, desde los fiolos. De hecho, en los últimos viajes al sur ya
tengo que tener custodia policial. La semana pasada estuve en Paraná (Entre
Ríos) y las mujeres que están sindicalizadas, las dirigentes, las que dan el
rostro de ANMAR-CTA, me querían pegar, trepándose sobre las sillas de un teatro
donde yo estaba charlando. Tuvo que venir gente de la Intendencia de Paraná a
defenderme. Y después siento que siempre quedan cosas. A que vos vas a pensar
“por qué decís esta palabra”. Por ejemplo, cuando terminé de dar la charla, por
primera vez en Santa Rosa hubo chicos. Cuando termino de dar la charla se viene
la mamá porque la mamá compró el libro y me dice: “Mira, este es mi hijo que te
quiere saludar”. Un niño de 12 años, un varón. Entonces yo lo miro, con esa
sonrisa de 12 años, bella y le digo: “hola, ¿cómo andas? ¿cómo es tu nombre”.
“Yo te quiero saludar”, me dijo. Bueno, entonces nos abrazamos fuerte y me dice
la madre: “Mira, a él desde el año que viene le van a empezar a enseñar en la
escuela todo sobre sexualidad y eso y yo quería primero que te escuchara a vos,
Sonia, que empiece a leer tu libro”. Para mí fue muy fuerte emocionalmente,
porque que una madre ponga en mi persona la confianza de venir a traerlo a mi
charla que es una charla que te incomoda, que no son palabras fáciles, son
palabras duras. Que tu hijo escuche para que pueda entender y ese niño estuvo
ahí. Después hubo otro niño que estaba muy cerca de la puerta que, después me
cuenta su padre, en ese momento en que yo estoy hablando, él lo mira al padre y
le dice “¡qué exagerada!”. La madre lo mira al niño y le dice “¿A vos te parece
qué es exagerada? Sí, puede ser exagerada Sonia”. “No -dice el chico- ¡es
exagerada!”. Entonces, yo digo que un niño de 10 o 12 años conteste de esta
manera; no sé, son esas reacciones…
–¿Vos sos de dar
charlas en los colegios secundarios, en la escuela media?
–Sí, por suerte y
agradezco a la vida. Antes me costaba mucho entrar a las escuelas secundarias,
pero este año, el 8 de marzo, la provincia de Chaco me nombró como “Mujer
destacada del año” a nivel provincial por mi lucha contra la trata de personas
y la explotación sexual. Entonces, con ese premio se me abrieron muchísimo las
puertas y adonde voy, voy a las escuelas.
–¿Y cómo es el
contacto con los adolescentes?
–Ah, bello. Lo que pasa es que el mundo adulto es muy
hipócrita. Los adolescentes no son hipócritas. Entonces eso es buenísimo. Por
ejemplo, cuando yo empiezo a hablar y empiezo con la breve reseña de mi
historia, de cómo cuando yo fui adolescente iba a tercer año tuve que dejar y
me convirtieron en puta, la mayoría de las chicas, cuando me están escuchando,
se empieza a sonreir. ¿Viste? Como decir, “bueno, sos puta, bancatelá”. Yo sigo
contando y después en un momento digo: “Mira, mi madre, cuando nos parió a las
siete hijas, no dijo ‘Sonia va a ser la puta’, que nos puede caber a cualquiera
en cualquier momento”. Entonces como que empiezan a cambiar, a mirar desde otro
lugar. Yo he estado hasta 4 horas en una escuela con 5 cursos de 5º año juntos
y no se querían mover. Estaban todos sin moverse y a preguntar y a repreguntar.
Porque sostengo que la prostitución sostiene todos los sistemas y además
atraviesa a nuestra sexualidad. Entonces, cuando yo entro a hablar con los y las
adolescentes en las escuelas, también hablo de la sexualidad, hablo del amor,
hablo de los deseos, del sexo; hablo del preservativo, de cómo colocar
perfectamente el preservativo para que vos goces bien, que te cuides y cuides a
la otra adolescente. Los directores o directoras que a veces están ahí bajan la
cabeza. Yo digo “qué lástima”, ¿no?, se les enseña que el sexo es malo, es
sucio. Yo tengo muy buen recibimiento con los estudiantes, excelente.
–En Santa Rosa,
también estuviste en la Unidad 13…
–Sí. Este viaje a La Pampa fue emocionalmente muy fuerte
para mí por estas dos cosas. Esta charla; yo me sentí relajada, mucha gente, y
que las madres lleven sus niños. Y el entrar a esta cárcel. Yo igual acá en
Buenos Aires entro mucho a la Cárcel de Ezeiza y a los Institutos de Menores,
que también son cárceles. Y son fuertes, te moviliza. Yo me fragilizo
demasiado. Y estar con estos dos grupos de mujeres ahí en Santa Rosa me
movilizó mucho. La mayoría de las mujeres que están allí presas son bolivianas,
son pocas las argentinas; se nota la pobreza, cómo se criminaliza la pobreza.
Muchas están allí por mulas, sin condena, sin nada. Yo fui con un grupo de
mujeres que entró llevándoles música, “Las tamboras”. Pero después yo sentía
que salimos y ellas quedan ahí. Y ver la pobreza criminalizada me pone muy mal.
Y además ver que ser una mujer pobre, extranjera; hay que estar preso en el
extranjero, ¿no? Entonces traté de poner toda mi empatía ahí para estar un rato
con ellas, no sólo desde el tema de tocar y reír y bailar un poquito, sino
desde el ser mujer. Yo dejé de regalo ahí en la Biblioteca mi cuadernillo y el
libro para que cuando querían leerlo lo hicieran. Así que dijeron que sí, que
lo iban a empezar a leer. Ellas pueden criticarlo, hacer lo que quieran.
Yo estoy organizando una muestra de arte que empieza el 8 de
marzo en Paraná que se llama “Prostitución: campo de concentración”, donde va a
haber fotos de todas las casitas, de todos los prostíbulos mal llamados “casitas”
en Río Gallegos. Las habitaciones de adentro para que vea cómo es la gente, los
archivos de todas las mujeres prostituidas ahí adentro, cuánto ganaban, cuántos
pases hacía por noche, que utiliza la Justicia para después ver que esas
personas han sido traficadas. Después hay escritos, hay fotos y todo eso. Me
dijeron que se puede llevar esa muestra ahí adentro, así que ojalá yo pueda el
año que viene estar en Santa Rosa y estar en esa cárcel con esta muestra para
poder pensar con las mujeres que estén allí privadas de libertad y pensar el afuera
y desde afuera, aun estando adentro.
–Sonia, además del
premio que te dieron el Chaco y que te abrió las puertas de los colegios,
¿sentís algún otro tipo de respaldo político, sea de un gobierno, sea de
organismos? ¿En qué sectores te sentís, no sé si decir contenida o que van por
tu mismo camino?
–Justo hoy hablaba con un amigo de Córdoba que en realidad
cuando yo estuve organizada, yo también estaba muy sola. Es decir, era la única
que daba la cara, recibía todos los agravios habidos y por haber, las
discusiones de las otras propias mujeres prostituidas. Y ahora otra vez. Pero
hay organizaciones con las que comienzo a trabajar y a crear redes para no
estar sola. Además, tenemos que empezar a construir unas redes sociales de ONG
que tengan la mirada abolicionista, con espacios de mujeres que tengan esta
mirada abolicionista de que la prostitución no es trabajo, para empezar a
trabajar juntos. También desde partes del Gobierno, todo el Gobierno de Santa
Cruz con los que estoy trabajando hace más de cuatro años con el tema del
tráfico de personas; con la gente de Paraná, de Entre Ríos en realidad, porque
ahora quieren cerrar todos los prostíbulos a nivel provincial y empezar a
trabajar en conjunto con la señora intendenta de Paraná. Creo que hay que empezar
a trabajar en redes. En realidad, yo me siento acompañada con la gente donde
voy a dar las charlas.
–Dijiste que era muy
difícil esto de trabajar con un Estado prostituyente y sin ningún tipo de otro
apoyo y contabas que este año el Banco Mundial bajó 12 millones de dólares para
-sigo con la cuestión del lenguaje- reproducir la “etiqueta fálica” con el
pretexto de la prevención del HIV.
–En el fondo, lo
que va a hacer ANMAR-CTA es profundizar el tema del trabajo sexual, fabricar
más putas. Vienen por nuestras hijas y nuestras nietas.
–¿Hay algún lugar en
el mundo donde no haya putas?
–No, hay en todas
partes putas. De hecho, hay un país que lo prohibió y a las mujeres de ese país
las trasladan al país de al lado en Europa, para Suecia, y castiga a los prostituyentes,
pero cruzan la frontera y se van al país de al lado. Por eso sostengo que hay
que trabajar desde la prevención, desde la educación y desde todo un lenguaje;
es cultural, hay que trabajar desde la cultura.
–¿Qué visión tenés
del modo en que usamos cotidianamente la palabra puta?
–La palabra
“puta” la usan los varones para humillar a las mujeres y que te calles la boca,
porque cuando una mujer se siente humillada se calló la boca y ahí los varones
hacen uso y abuso. Una mujer dice puta a la otra también para humillarla,
porque como sabemos dónde nos pega esa palabra tan fuerte, también sabemos
dónde vamos a golpear a esa mujer con la palabra puta. En cambio, yo la
deconstruí a esa palabra, porque ni siquiera las propias putas nos podíamos decir
“putas”. Por eso, buscábamos la identidad de “mujer en situación de
prostitución” o la de “trabajadora sexual” o qué se yo... Yo hoy la utilizo a
la palabra puta pero no con el valor peyorativo que le da la sociedad, sino con
mi valor, yo le pongo el valor a la palabra. Entonces, cuando yo digo “puta” no
es para humillar a las otras mujeres ni para nombrarme a mí, sino para que
desde esa palabra comenzar a pensar esta violencia. Por eso es diferente el
valor que le doy a esa palabra.
muy impresionante... para replantearse muchas cosas
ResponderEliminarfelicitaciones al/la periodista que realizo la entrevista