sábado, 10 de noviembre de 2012

Un hombre llamado Fierro

por Damián Repetto

Por lo general, se lee y se enseña el Martín Fierro como si se tratara de un libro unitario. No obstante, se trata de dos libros o, al menos, de uno formado por dos partes bien diferenciadas tanto en lo estético como en lo ideológico. Al momento de escribir El gaucho Martin Fierro (1872), José Hernández era un jordanista vencido y cansado, un antisarmientino desbocado que emprendió la denuncia de los males que aquejaban a los gauchos desclasados: los abusos del poder político y la justicia, las penurias económicas, los prejuicios, el maltrato, la pérdida de bienes y derechos. Para 1879, año de publicación de La vuelta de Martín Fierro, el autor se ha convertido en un senador avellanedista, defensor del proyecto liberal. Y, si bien no abandona del todo el tono denuncialista, aboga por una integración y adecuación del gaucho que, en rigor, implica necesariamente la renuncia a todas las banderas que defendiera apenas siete años atrás.
La rebeldía y el enfrentamiento con las autoridades de Martín Fierro son remplazadas por la agachada y la resignación: el gaucho no debe luchar, sino acatar las órdenes de quienes mandan si quiere sobrevivir. La aceptación del maltrato es la clave de la supervivencia.

La consagración de Martin Fierro como emblema canónico de la nacionalidad, se sabe, fue un proyecto de los letrados de la llamada Generación del Centenario. Lugones, Rojas y cía. vieron como una amenaza disolvente las masas inmigrantes que poblaban el país y, a imagen y semejanza de los países europeos, decidieron construir una épica que resumiera los alcances de una identidad inventada. La clave de esta operación son las conferencias que Lugones brindara en 1913 en el Teatro Odeón, más tarde publicadas con el título de El payador.

Pero, como decíamos, José Hernández pasó de ser un soldado de la causa de los caudillos federales para convertirse en un fervoroso militante del proyecto liberal. Un aspecto en que se visualiza con claridad este compromiso es la consideración hacia los pueblos originarios. En la primera parte, Fierro, quien ha sufrido el saqueo de sus bienes, la leva forzosa, la vida de la frontera y la persecución sin tregua por parte de las autoridades, ve la “tierra de indios” como la única salida, un símil del paraíso donde no hay que trabajar; el más allá de la frontera es la posible patria para sus huesos cansados. El gaucho Martin Fierro termina con una idealización del mundo indígena y una negación del universo blanco: antes de cruzar la frontera, Fierro destroza su guitarra.

En La vuelta de Martin Fierro, en cambio, el autor ya ha suscripto el proyecto de exterminio y este cambio ideológico se trasunta en la construcción del personaje. Así, en los primeros cantos de ese libro se dedica a la difusión de una imagen cristalizada de los aborígenes: asesinos, vagos, impíos, salvajes dejados de la mano de Dios. La idealización inicial troca en una descarnada justificación discursiva de un genocidio, a esa altura, irrefrenable. En una escena exagerada hasta el paroxismo, un indio le arrebata el niño recién nacido a una cautiva y comienza a revolearlo desde el cordón umbilical. El gaucho es un heterodoxo, al decir de David Viñas; el indio, la otredad total. Al primero, es posible integrarlo; al segundo, solo le cabe la eliminación.

La Ida, entonces, está escrita para dar a conocerlos males que aquejaban a los habitantes rurales del país; la Vuelta, en cambio, lo está para agradar a los letrados liberales rioplatenses (a la intelligentzia argentina, como gustaba llamarla Jauretche).

Ahora bien, más allá de las diferencias que hemos señalado, Martín Fierro sigue siendo un libro enorme, probablemente el más importante de la literatura argentina del siglo XIX después del Facundo de Sarmiento. No obstante, interesa señalar someramente estas diferencias para proponer una lectura crítica, alejada de los bronces consagratorios. Al libro lo conocen todos. Solo transcribo, por eso, unas pocas estrofas -a mi juicio, de las más interesantes-  en que el personaje abandona la queja individual para dar paso a la denuncia de la situación colectiva de los gauchos:  

El anda siempre juyendo,
siempre pobre y perseguido;
no tiene cueva ni nido,
como si juera maldito;
porque el ser gaucho... ¡barajo!
el ser gaucho es un delito.

Es como el patrio de posta;
lo larga éste, aquél lo toma,
nunca se acaba la broma;
dende chico se parece
al arbolito que crece
desamparao en la loma.

Le echan la agua del bautismo
aquel que nació en la selva,
"buscá madre que te envuelva",
se dice el fraire y lo larga,
y dentra a cruzar el mundo
como burro con la carga.

Y se cría viviendo al viento
como oveja sin trasquila
mientras su padre en las filas
anda sirviendo al gobierno;
aunque tirite en invierno,
naides lo ampara ni asila.

Le llaman "gaucho mamao"
si lo pillan divertido,
y que es mal entretenido
si en un baile lo sorprienden;
 hace mal si se defiende
y si no, se ve... fundido.

No tiene hijos ni mujer,
ni amigos, ni protetores,
pues todos son sus señores
sin que ninguno lo ampare:
tiene la suerte del güey
¿y dónde irá el güey que no are?

Su casa es el pajonal,
su guarida es el desierto;
y si de hambre medio muerto
le echa el lazo a algun mamón,
lo persiguen como a pleito,
porque es un "gaucho ladrón".

Y si de un golpe por áhi
lo dan güelta panza arriba,
no hay un alma compasiva
que le rece una oración:
tal vez como cimarrón
en una cueva lo tiran.

El nada gana en la paz
y es el primero en la guerra;
no le perdonan si yerra,
que no saben perdonar,
porque el gaucho en esta tierra
sólo sirve pa votar.

Para él son los calabozos,
para él las duras prisiones;
en su boca no hay razones
aunque la razón le sobre;
que son campanas de palo
las razones de los pobres.

Si uno aguanta, es gaucho bruto;
si no aguanta, es gaucho malo.
¡Déle azote, déle palo,
porque es lo que él necesita!
De todo el que nació gaucho
ésta es la suerte maldita.

Vamos, suerte, vamos juntos
dende que juntos nacimos,
y ya que juntos vivimos
sin podernos dividir,
yo abriré con mi cuchillo
el camino pa seguir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario