miércoles, 12 de septiembre de 2012

La batalla que viene

Por Juan Pablo Gavazza

 El acto del fin de semana pasado en el Club All Boys es una clara ofensiva para desguazar a la corporación que maneja el PJ pampeano (y el gobierno provincial) desde el regreso de la democracia. Como siempre ocurre en la política, esa operación incluye a buena parte de los propios “desguazados”.


El kirchnerismo “puro” -por llamarlo de algún modo- decidió hacer pie firme en la provincia, intentando que su demostrada potencia transformadora tenga impacto concreto en la que es la herramienta electoral más temida en este territorio.

Esa madre de todas las batallas (expresión tan mentada, posiblemente ahora más certera que nunca) no asoma nada sencilla para los K, en principio porque está por verse cuán profunda es la voluntad de hacer cirugía no menor, y además porque los “Unidos y Organizados” ya se han granjeado enemigos de peso, consecuencia lógica de esa puja de intereses.

La pelea con las
corporaciones

La capacidad de transformación del kirchnerismo, innegable independientemente de las evaluaciones que de ella se hagan, germinó sobre todo a partir de ser el espacio que mejor leyó lo ocurrido en 2001.
Posiblemente forzado por esa realidad, el sector liderado por Néstor y Cristina abordó cambios que quizá no se hubieran imaginado quienes repasaran su trayectoria o su estilo de gobierno en Santa Cruz.

El kirchnerismo no le temió al conflicto y encabezó reformas que afectaron a distintas corporaciones: los diputados anularon las leyes de impunidad, los militares se tragaron el sapo de que se bajen los cuadros de la ESMA, el Poder Judicial tuvo que adaptarse a la nueva Corte Suprema, la Iglesia Católica renegó del matrimonio igualitario, la “patria agraria” se sublevó contra las retenciones, el Grupo Clarín boicoteó la Ley de Medios, las multinacionales y el Fondo Monetario patalearon por las estatizaciones, el establishment económico se disgusta por la orientación del Banco Central y hay popes sindicales que se incomodan por el recorte de poder.

En ese mismo sentido, desde lo político, perforó a las dos grandes maquinarias existentes cuando llegó al gobierno: primero desarticuló al menemismo y después le asestó un golpe de gracia al duhaldismo, que había sido su aliado fundamental para llegar al gobierno en 2003.

Sin embargo, el frustrado intento de la “transversalidad” hizo que el kirchnerismo se volviera a recluir en el PJ como forma de sostener su poder: esa situación extendió la alianza con los caudillos provinciales y con las estructuras del tipo del PJ pampeano.

Todo cambia

En el tiempo de la “sintonía fina” y la “profundización del modelo”, algo parece haber cambiado: el liderazgo de Cristina implica, por lo que se ve, incluso la ruptura con los tradicionales dirigentes del PJ, una cruzada especialmente dificultosa, una jugada riesgosa de imprevisible final.

Eso representó el acto del sábado en All Boys, más allá del anecdotario, de las presencias inverosímiles o del sainete que es escuchar al gobernador Oscar Mario Jorge -ex funcionario de la dictadura e intendente del neoliberalismo- reivindicar a “los compañeros que dieron su vida por los movimientos populares” o tratar de “boludos” a los gurúes económicos.

Bajo una mirada de largo alcance, la figura de Jorge asoma como un detalle ultracoyuntural, de trecho corto. La gran incógnita es cómo sigue esa historia; cómo hacen los “Unidos y Organizados” para encontrar una figura aglutinante y que lidere y que a simple vista no se ve; qué papel les queda a los jefes provinciales y a los intendentes.

El año pasado, el ensayo de María Luz Alonso-Silvia Bersanelli (La Cámpora-Kolina) al kirchnerismo le salió bien no sólo a partir del resultado electoral sino para poner en evidencia el lugar de Carlos Verna en este escenario.

Pero el gesto político del sábado envuelve nuevas ambiciones y encierra otros peligros, empezando por el detalle de que el marinismo -cuya estructura no desdeñable fue aliada clave en aquella ocasión- esta vez no estuvo invitado a la fiesta.

Eso, desde ya, tendrá consecuencias. No es que el kirchnerismo no esté acostumbrado a lidiar con enemigos de ese fuste, pero -más aún habiendo tantos actores- es una pulseada de incierto final.
Tal vez como nunca antes, parece abrirse un panorama de reformas y reposicionamientos, en el que -escrito está- una de las incógnitas es cuán grande será esa voluntad de transformación y si los “Unidos y Organizados” tendrán la fortaleza y la pericia necesarias para fragmentar a la corporación del PJ pampeano.

Se sabrá, entonces, si después de 30 años alguien puede hacer lo que el radicalismo no ha querido, lo que “La Arena” no ha podido y lo que el FrePam no ha sabido.

(Publicado en El Diario. Ilustración: Sergio Ibaceta)

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