lunes, 10 de septiembre de 2012

Algo más sobre El Eternauta


Por Damián Repetto

“¿Será posible?”. Con estas palabras, pronunciadas por un estupefacto Germán, el historietista, termina El Eternauta. En medio de su relato, Salvo comprendió que, de tanto saltar en el tiempo y el espacio, llegó a la Tierra unas años antes de que comenzara la invasión y busca prevenir a su familia y amigos. La historia, así, es un círculo borgeano que se cierra con la repetición de la escena inicial. Este desenlace, si bien abierto, parecía inhabilitar las continuaciones. De hecho, hubo que esperar 20 años para que Oesterheld se decidiera a escribir un nuevo guión. Para ese momento, los de entonces, el autor y el país, ya no eran los mismos.
Sin embargo, antes hubo una reedición que adelantaba algunos de los cambios estéticos y políticos que vendrían en la 2° parte. En mayo de 1969, comenzó a salir en la revista Gente la exitosa historia del 57, redibujada por el uruguayo Alberto Breccia. Para esa ocasión, Oesterheld introdujo algunos cambios: los humanos saben desde un principio que se trata de una invasión extraterrestre y las grandes potencias negociaron con los alienígenas la entrega de Latinoamérica a cambio de su salvación. Poco tiempo después, la editorial exige a Oesterheld que acorte la trama. Se adujo que el dibujo experimental de Breccia, en pleno  camino hacia un expresionismo desbocado, no era bien recibido por los lectores. Tras bambalinas, se habló del temor a los ribetes antimperialistas del texto.

Esta posición se radicaliza en la continuación del libro. El eternauta II comienza a publicarse en 1977, en la revista Skorpio.  En plena Dictadura, el texto no es ya el de un simple guionista de historietas de aventuras; antes bien, es el texto de un militante político, comprometido con una organización armada como Montoneros.

La aventura se abre en el punto donde terminaba la anterior. Germán, que será uno de los personajes principales de la nueva historia, se acerca a la casa de Salvo, quien lo desconoce y parece haber olvidado todo. El guionista cree que se imaginó todo o que está volviéndose loco. No obstante, lo invitan a quedarse. Comienzan a jugar al truco, pero se ven arrebatados por una especie de torbellino y son llevados dos siglos al futuro. El paisaje es desolador: la ciudad se ha convertido en un páramo, fruto de las explosiones atómicas del enfrentamiento entre humanos e invasores. La guerra no sólo cambió el paisaje, sino que la radiación produjo severas mutaciones en la fauna. Al principio creen que son los únicos humanos, pero no tardarán en conocer a los Zarpos -mutantes bajo el mando de los Ellos- y al Pueblo de las Cuevas, descendientes de quienes consiguieron sobrevivir.

Los humanos retrocedieron hasta la Edad de Piedra: van escasamente vestidos, viven en cavernas, se alimentan de la caza, la pesca y la recolección y son sojuzgados por los Ellos, a quienes deben pagar tributo en pescado. En el momento en que el Eternauta llega a las cuevas, un Mano advierte a los habitantes del lugar que el tributo aumentó: deben entregar tres veces más pescado y 500 hombres de 20 y 25 años (más tarde descubrirán que la sangre humana es la energía vital que necesitan los motores de la nave espacial para ponerse en marcha). Se produce entonces un giro que venía anunciándose desde las primeras viñetas: Salvo organiza al Pueblo de las Cuevas y encabeza la revolución contra El Fuerte, el centro de mando de los Ellos.

Salvo también ha mutado y ya no es el tímido padre de familia de la primera historia: tiene fuerza sobrehumana y poderes para leer la mente. Estas capacidades lo convierten en un líder fuerte, carismático, duro. El héroe colectivo de la primera entrega no ha desaparecido del todo, pero sí se desdibuja. Los hombres trabajan solidariamente en la fundición y en la forja para fabricar armas que permitan enfrentar al enemigo, pero siempre bajo la mirada atenta y el mando de Salvo quien, como Favalli, es el único que comprende la magnitud de los acontecimientos. Y ese conocimiento lo aisla y lo carga de responsabilidad. 

Mientras los habitantes de las cuevas continúan con la pesca y clandestinamente fabrican armas y cañones, Salvo emprende con un pequeño grupo un ataque comando al Fuerte. En ese tránsito no duda en sacrificar a sus compañeros con tal de cumplir el objetivo fijado. “Lo siento… era necesario que desaparecieran, pero su sacrificio no será en vano… ¡Gracias a ellos todavía podemos luchar contra el Fuerte! ¿Qué importan unas cuantas vidas?”. La lógica implacable del Eternauta se impone a sus compañeros, quienes comprenden que la causa se impone por sobre los hombres: “¡Lo que importa es salvar al Pueblo de las Cuevas!”, afirma el protagonista con una vehemencia que llevará hasta las últimas consecuencias. Creo que las relaciones con el contexto de producción son demasiado evidentes como para extenderse al respecto. Baste decir que, como militante activo, Oesterheld conocía muy bien el alcance de las palabras de sus personajes.

Después de este pasaje, Salvo consigue llegar hasta el centro de mando del Ello. Esta vez el mal tendrá un cuerpo, pero será una nube de gases amorfa. Para abreviar: Salvo consigue hacer explotar el Fuerte y mata al Ello, pero un ataque de Zarpos está en marcha. En ese momento, debe optar entre salvar a su familia y amigos o salvar a los habitantes de las cuevas. El Eternauta, que en la primera historia recorría la eternidad buscando a su esposa e hija, decide -o comprende, no sé cuál es el verbo adecuado- salvar a “la gente”, como él la llama. Después, la tristeza, la muerte y un mundo que comienza  a crecer desde las ruinas. El libro tiene un cierre casi esperanzador: un nuevo viaje en el tiempo deposita a Germán y Salvo en diciembre de 1976. En una viñeta que parece tomada del final de Casablanca, Germán y el Eternauta se alejan caminando por una plaza, a la búsqueda de aquellos con quien enfrentar al mal encarnado en las botas.

Según Juan Sasturain, “la primera parte es un relato que explora la realidad; la segunda una fábula que la interpreta”. ¿Cuál es la enseñanza, si cabe enunciar una? Supongo que el mensaje es un llamado a la acción. Sea como fuere, las diferencias de calidad entre una y otra obra son evidentes. Sin embargo, el juicio estético queda obturado cuando se analiza el destino trágico de Oesterheld quien, como Walsh, por ejemplo, puso su pluma y su vida al servicio de una causa que aún no pudo concretarse. “Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte”, escribió Arlt en la introducción a su novela Los lanzallamas. Y el resultado, casi siempre, encierra la violencia de un “cross a la mandíbula”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario