martes, 14 de agosto de 2012

Sólo los chicos


Por Polilla Vallejos

“El interés superior del niño”, un cuento de hadas, un chiste o simplemente una fórmula que hace más bonitos los discursos.

Cualquiera de las opciones es aplicable al tratamiento que reciben los chicos pobres de La Pampa. Tanto  los que por “obligación” entran en conflicto con la “ley” como los que son absorbidos por la faz asistencial de la provincia.

Vale decir, que, en los dos casos hablamos de víctimas de un sistema perversoUn sistema que, al mejor estilo Santo Biasatti, dice “con los chicos NO”, pero que no es capaz, por ejemplo, de tomar una medida responsable como la de adherir a la ley nacional 26.061 de Protección Integral de los Derechos de los niños, niñas y adolescentes, sancionada en el año 2005.

La adhesión a esta ley importaría nada más que un primer paso, casi de fantasía, pero que ampliaría las posibilidades de abordar con criterios de especificidad la problemática juvenil.

Esta ley no hace más que traducir las garantías reconocidas a los menores de 18 años en los instrumentos internacionales firmados por la Argentina (CDN, reglas de Tokio, entre muchos). Aunque parece que cumplir con tratados internacionales, de raigambre constitucional y, por consiguiente, obligatorios, no se ha puesto de moda por estas tierras.

Queda claro que un “nuevo” paradigma que trate al niño como un sujeto de derechos y no como un simple objeto de tutela, que es como lo contempla la vigente ley provincial 1270, implica inversión, profesionalizar cargos, capacitar y, sobre todo, voluntad política (¡jelou!).

Lo que también queda claro es que a los “pibes” es mejor tenerlos de rehenes institucionalizados, acostumbrándolos a la vida “intramuros” –queda más lindo que decir que están presos– que garantizarles la convivencia en ambientes que propicien la superación de sus experiencias traumáticas y coadyuven a la construcción de una vida digna (otra fórmula bonita).

Por último, como se dijo, la sola adhesión a la ley de protección integral de los Derechos de los niños, niñas y adolescentes no cambiaría ninguna realidad. Pero al menos tendríamos algo para empezar.

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